martes, 24 de abril de 2012

autonomia


¿Qué es la autonomía?
Al intentar definir qué es la autonomía nos vemos pronto atrapados sin saber qué fronteras marcar, qué límites, qué prácticas señalar. Pregunta: ¿Qué es la autonomía? Difícil contestar. ¿La autonomía es una idea? ¿la autonomía es una practica? ¿la autonomía es un tipo de organización? ¿la autonomía es algo difuso? La autonomía somos tod@s. Definir la autonomía se escapa a nuestras posibilidades porque la autonomía tiene la fuerza de aquello que no logra ser nunca del todo, de lo que siempre se mueve y jamás termina (proceso continuo), jamás diremos "hasta aquí". La autonomía es algo indefinible y sin embargo existe y la vivimos, la olemos, la encarcelan, la reprimen De lo que se trata entonces es de señalar algunos puntos a partir de los cuales podamos identificar en que consiste la autonomía. Pero estos puntos no agotan el ser de la autonomía, no logran fijarla, establecerla en suelo estable, porque ella siempre gira, inabarcable, infinita, absoluta. Definirla definitivamente es matarla, contentémonos con seguir sus huellas.
Huellas. La autonomía constituye una práctica histórica. Huellas. De ella podemos encontrar distintos ejemplos: la Comuna de París, los Soviets de los primeros tiempos de la revolución rusa de 1917, los comités de 1936. Fueron estos, momentos revolucionarios en los que la clase obrera tendía a autoorganizarse en base a criterios de democracia de base y consejista, intentando ir más allá de la mera reivindicación económica o política. En estas circunstancias, la clase obrera se constituía en protagonista de la lucha, rompiendo con la mediación de la burguesía y sus instituciones. Pareciera que en este contexto la autonomía se conformara como una práctica consecuente con un proyecto de transformación social. Hoy, encontramos una corriente política, una postura vital, una práctica y un hacer que se reivindica abiertamente de la autonomía, es más, que ella misma se autodenomina así: autonomía obrera . Esta autonomía obrera encontró también un momento histórico de emergencia en torno a las luchas surgidas en el 68 en diversos países: Francia, Alemania, Italia, EE.UU., Checoslovaquia, México. etc. La autonomía obrera recoge buena parte de ese importante momento de ruptura que fue el año 68 (y que en países como Italia, se alargaría basta el año 1977), incorporándola a una ya más larga tradición obrerista y en lugares como el Estado español a una también larga tradición libertaria (1).
La consolidación de este movimiento de la autonomía obrera, de esta multitud de comportamientos, deseos, significados, actos, discursos, lenguajes y latidos que se reivindican abiertamente de lo autónomo, su desarrollo y sus características más peculiares fueron fruto de su época, de su contexto. La autonomía obrera sin duda podría haber sido muchas cosas y sin embargo fue (y es) lo que fue (y es, y no es). Y lo que fue, fue coherente con los cambios que se estaban produciendo en el mundo durante la segunda mitad del siglo XX. Apurando la cuestión, la autonomía no fue más que la reactualización del viejo proyecto revolucionario propio de la modernidad en un contexto transformado profundamente. La autonomía consistió en una relectura del mundo y en un intento coherente de llevar a cabo en ella la transformación social. En el centro de esta relectura estuvo la comprensión de los cambios que se estaban produciendo en la organización del trabajo (fin del periodo fordista), de las formas y de los medios de producción, de los mecanismos de extracción de beneficios del capitalismo, etc. Todo ello confluye en un cambio en la configuración de los sujetos sociales protagonistas de la lucha de clases que llevó a un replanteamiento profundo de la forma de hacer política (en el mejor sentido del término y a falta de otro mejor).
Hasta el momento, todos los proyectos revolucionarios habían partido de la premisa de que el conflicto entre Capital y Trabajo (es decir, entre los patronos y l@s obrer@s) era el más importante de todos. Todos los esfuerzos de lucha se focalizaban en este campo. Lo importante era incidir en el proceso de producción y ello era relativamente fácil: el proceso productivo se localizaba en un área bastante bien delimitada como era la gran fábrica fordista que albergaba a miles de trabajador@s. La concentración en un mismo espacio permitía pautas de sociabilidad que creaban una experiencia compartida, unas condiciones de vida relativamente similares que a la larga creaban a su vez un sentimiento de identidad en tanto que clase (aquello de la conciencia de clase). La lucha revolucionaria se centraba en torno a la fábrica y el método de lucha por excelencia era la huelga, que paralizaba la producción. El sujeto protagonista de las luchas era el Proletariado (con mayúscula) (2). Este, con su liberación lograría liberar al conjunto de la humanidad, era un sujeto portador de lo universal. Todo proyecto de liberación quedaba supeditado a la liberación del trabajo y la destrucción del sistema capitalista: la liberación de la mujer se produciría gracias a la abolición de la propiedad privada y la instauración de la dictadura del proletariado (3), el conflicto generacional no tendría lugar en la nueva sociedad, la cuestión ecológica carecía de sentido, las luchas de todo tipo de minorías se resolverían de golpe y porrazo, etc (4).
Esta concepción se iría al traste con el gran cambio que se produjo en la segunda mitad del siglo XX, con la aparición de lo que se ha conocido como postfordismo (5). Este supuso el fraccionamiento de la gran fábrica a lo largo de toda la sociedad (la sociedad-fábrica) en pequeñas unidades de producción descentralizadas. La fábrica como espacio delimitado de la producción dejaba de ser predominante. La sociedad entera se convierte en una gran fábrica. En ella ya no hay sectores improductivos. Todo sirve para la reproducción del capital, que todo lo invade, toda la sociedad queda sometida a la lógica del capital. En este contexto, las luchas anticapitalistas no podían reducirse a la fábrica y a la figura obrera que las integraba (figura esta por otro lado integrada en la gestión del capitalismo a través de lo que se ha conocido como estado del bienestar). La autonomía obrera supuso una puesta en primer plano de las luchas sociales de todo tipo, consideradas hasta entonces como secundarias o dependientes del conflicto laboral, y una toma en consideración de toda una serie de actores sociales que emergían de los márgenes del sistema capitalista: jóvenes, estudiantes precarios surgidos de la masificación de la universidad, trabajador@s, inmigrantes, parad@s, delincuentes comunes, pres@s...
Todos ellos se caracterizaban por un rechazo directo del trabajo (con respecto al cual guardaban muy pocos lazos de unión), de la mediación en las luchas de sindicatos y partidos gestores del estado del "bienestar", de la idea de sacrificio por el "mañana" (6), de la miseria de la vida cotidiana, etc. El conflicto se trasladaba del espacio de producción al territorio social. No es que el conflicto laboral y la figura del obrero tradicional pierda sentido, no se trata de que las clases sociales o la lucha de clases ya no existan, es más, siguen manteniendo un papel destacado, pero ya no es el único tipo de conflicto que existe, ni el único actor a considerar (el que nos iba a liberar a tod@s).
Ahora nos encontramos ante nuevos sujetos que, si bien son los creadores de la riqueza, no son interpretables en términos de trabajo productivo/improductivo. Esta nueva subjetividad interpreta la riqueza social como «valor de uso». La producción ya no se considera como un a priori humano, sino como producción de riqueza «humanamente disfrutable»: producción de valor de uso. Sin duda, este impulso hacia el valor de uso de las cosas, su orientación hacia la satisfacción de las necesidades sociales, ha marcado la práctica de la autonomía. Esta siempre ha optado por la reapropiación directa de la riqueza que queda inaccesible a las capas más desfavorecidas de la sociedad. Prácticas como la ocupación de viviendas, las autorreducciones colectivas, el robo en supermercados, el no pagar en los medios de transporte, etc, han sido prácticas defendidas por la autonomía como una forma de satisfacer las necesidades sociales, recuperar parte de la plusvalía extraída en el trabajo.... La autonomía (a la que quizás ya no tenga tanto sentido añadir lo de obrera, porque junto a ello deberíamos agregar una larga lista de términos)consistiría en esta reconsideración de lo social y de la emergencia de una multiplicidad de agentes sociales potencialmente revolucionarios (pero ya no revolucionarios por naturaleza), todos ellos dotados de una subjetividad y unas características propias, de unas reivindicaciones específicas.... (7).
Seguimos buscando huellas, seguimos buscando al Yeti. Otro elemento característico de la autonomía es su visión de la revolución. También aquí se abandona la idea de Revolución (con mayúscula). Revolución entendida como espacio y tiempo futuro, como día D hora H liberador. Algo así como el Juicio Final, la toma de la Bastilla, del palacio de Invierno. En la autonomía lo que se propone es iniciar la revolución (miles, pequeñitas, en minúscula) desde ya. No podemos esperar hasta tan famoso día para liberarnos. Este es un aspecto importante en el campo de la autonomía sobre el que merece la pena pararse un poco. La autonomía parte del hecho de que no hay un sujeto único y universal que sea revolucionario por naturaleza (el Proletariado), sino que postula como hemos visto la existencia de una multiplicidad de actores que por sus condiciones existenciales se encuentran situados en los márgenes del sistema y que pueden desarrollar una subjetividad revolucionaria, antagonista. Es fundamental potenciar el desarrollo de estas subjetividades y comportamientos (practicas de cooperación social, rechazo del trabajo...) que chocan con la lógica del sistema capitalista. Lo importante además es que la praxis, el terreno de construcción de los sujetos revolucionarios, de esa subjetividad antagonista, por eso se enfatiza tanto lo de comenzar desde hoy la revolución, en vivir de forma coherente con nuestras propuestas de futuro, crear espacios (por ejemplo los centros sociales autogestionados) donde tengan cabida estas realidades antagonistas. La autonomía ha sido definida como la clase que emancipada de su objetualidad, desarrolla su subjetividad.
La autonomía lo que propone es tomar al comunismo como programa directo, como acto que está en la fuerza de las cosas. La revolución y el comunismo no pueden ser vistos como un mito, como un mañana paradisiaco que nunca llega, como un lugar estable y cerrado, ya definido, al que un día llegamos tomando palacios y de repente tod@s comunistas. El comunismo y la revolución son una práctica, un proceso indeterminado, abierto. La revolución como momento histórico definido y concreto, deja paso a la revuelta, discontinua, plural, dispersa. La revolución ya no se limita a la cuestión estratégica de la toma militar del poder (aunque esta no deje de tener aún importancia). «El comunismo no es una forma puramente negativa, no es una transición, es algo previo, es una posibilidad real, existente, negativa y antagónica, pero asimétrica, que vive en el interior del capitalismo». No es que la autonomía crea que por hacer centros sociales o cooperativas se está viviendo el comunismo o se haya hecho la revolución, lo único que señala es que este tipo de prácticas (el absentismo laboral, el robo en grandes almacenes, la insumisión cotidiana, la ocupación de casas,...) permiten crear formas de vida, comportamientos, subjetividades que chocan con el capitalismo y que son imprescindibles para la revolución, porque ésta ya no se reduce a un mero acto formal (¡queda abolida la propiedad!, ¡queda proclamada la república socialista!, ¡queda proclamada la igualdad entre mujeres y hombres! ), sino que es vívida como una postura existencial.
De este presupuesto fundamental de la autonomía deducir una forma organizativa y unas formas de intervenir en la realidad. El objetivo es eliminar todo aquello que frene y reprima las prácticas comunistas, que aparecen en el interior del capitalismo. Así por ejemplo, se rechaza la mediación de los partidos políticos y sindicatos, por considerarlos mecanismos de integración y recuperación, reproductores de la estructura jerárquica de la sociedad, por su división entre trabajo intelectual y manual, entre dirección y masas, por la falta de democracia interna, el colaboracionismo con las instituciones en la gestión del capitalismo, la cultura del pacto, el reformismo, la separación de las reivindicaciones políticas de las económicas, etc. La autonomía busca dotarse de formas organizativas (la autonomía no implica necesariamente espontaneismo) (8), pero unas formas de organización que no aspiran a sustituir a los protagonistas de las luchas, no busca erigirse en vanguardia (o no debería hacerlo).
En este sentido, la autonomía postula la autoorganización de propi@s afectad@s, de los propios sujetos de las luchas. No se trata de que cada cual se las apañe como pueda, sino de lograr que sean l@s propi@s interesad@s quienes definan las luchas, las soluciones, los medios, los fines,... En la medida en que la autonomía propone la autoorganización, rechaza las mediaciones exteriores (tipo partido de turno intentando dirigir a los «inmaduros» movimientos sociales). La gente es lo suficientemente lista para saber qué es lo que quiere y como lo quiere. Coherentemente con lo dicho, la autonomía opta por la toma de decisiones de forma asamblearia, por la democracia directa como forma posibilitadora (aún con sus limitaciones) de garantizar el respeto a la diversidad, frenar la jerarquización, el autoritarismo, la pérdida de independencia y autonomía en las luchas,... Lo que busca en definitiva la autonomía es que los seres humanos sean capaces de definir sus proyectos de vida, que sean ellos quienes gestionen y decidan, de la forma más democrática posible, cada uno de los aspectos que atraviesan nuestra cotidianeidad: desde el trabajo a la sexualidad, desde el ocio a la alimentación, etc.
Finalmente, debemos insistir en que la autonomía pretende consolidarse como un proyecto abierto, no cerrado, en crecimiento, dinámico. En este sentido no admite definiciones estrechas. La autonomía no es marxista o anarquista, no es una nueva ideología, no quiere ser enmarcada. La autonomía es un proyecto amplio y difuso, una de las proyecciones del viejo proyecto revolucionario de emancipación. Sin duda esto es algo que sí sigue presente en ella, la voluntad de emancipación total de mujeres y hombres (evidentemente en equilibrio con el medio ambiente) y en ese sentido, la autonomía es una apuesta firme por un proyecto anticapitalista. Por el momento será mejor dejarlo ahí. Ya hemos dicho que la autonomía muere con definiciones estrechas.
Pararemos por ahora. Es mejor no matarla. Definámosla sobre la marcha (sabemos que aún no hemos tratado puntos importantes), entre tod@s. Paremos aquí. «Hoy, hay que abrirse a lo que la racionalidad del sistema cierra: la imprevisibilidad. Hoy sólo nos queda experimentar».
NOTAS
(1). Frente a casos como el italiano, donde la autonomía obrera surge de una trayectoria mayoritariamente de inspiración marxista, en el estado español, las corrientes identificadas con la autonomía obrera solieron confluir dentro del movimiento libertario.
(2). Como iremos viendo a lo largo de estas líneas, frente al discurso hecho a base de conceptos universalistas (y al final totalitarios), escritos en mayúscula y en singular Revolución, Proletariado… ), la autonomía dibuja un mundo escrito siempre en minúscula y donde se privilegia el plural, lo múltiple.
(3). De hecho, con la revolución de octubre de 1917, pronto surgieron en la Rusia revolucionaria grupos de mujeres que empezaron a discutir sobre su problemática en tanto que mujeres (es el caso por ejemplo de Alexandra Kollontai) y a hacer reivindicaciones al respecto. Sin embargo, también fueron rápidamente acusadas de desviar y malgastar las fuerzas de la revolución a cuestiones que eran secundarias e incluso "pequeñoburguesas".
(4). En un debate entre intelectuales, alguien preguntó al filósofo francés Henrí Lefrevre (al que podríamos situar en esta visión clásica, por no llamar prehistórica, de la sociedad comunista) qué ocurriría en la nueva sociedad comunista con los niños atropellados por los tranvías. Lefrevre respondió que en la sociedad comunista no morirían los niños bajo las ruedas de los tranvías. "¿Acaso porque ya no existirían los tranvías?", "¿o no existirían los niños"? Como veremos más adelante, la autonomía rechaza esta visión del comunismo como «transición», como utopía siempre futura ("Perdone, ¿la liberación? Vuelva usted mañana") en la que desaparece el conflicto. Contra lo propuesto por Marx, una especie de fin de la historia.
(5). No debemos creer que la aparición de lo que ha sido denominado postfordismo nos explica por completo la aparición de la autonomía, ésta es el resultado de muchos factores complejamente entrelazados. No obstante, el cambio en la organización del trabajo jugó un papel determinante.
(6). Como señala Santiago López Petit. «Hoy, la crítica de la política empieza criticando la esperanza y más en concreto la estructura de la espera que la sostiene (…). Lo subversivo es llevar hasta el final la no- esperanza».
(7). De hecho, una de las mayores dificultades existentes de cara a afrontar un proceso de transformación social es el ser capaces de encontrar un proyecto que pueda ser compartido por esta gran variedad de sujetos heterogéneos y que aun siendo generalizable, no elimine la singularidad de cada uno de ellos.
(8). Dentro de la autonomía, al conformar un campo tan amplio y disperso, siempre han coexistido sectores organizados con otros difusos, escasamente organizados que se insertaban en los márgenes del área de la autonomía más a través de sus prácticas que de una explícitación teórica.



canales y estilos de aprendizaje


ESTILOS DE APRENDIZAJE
De acuerdo a lo indicado en la carta a los padres de familia del alumnado de 1º de secundaria, deseamos ampliar algunos conceptos en relación a la información individual entregada a sus hijas, respecto a la evaluación colectiva de  los estilos de aprendizaje y a su importancia en el proceso de aprendizaje.
En la actualidad, se considera que el aprendizaje escolar no ha de ser una mera acumulación de conocimientos, sino que se debe integrar los nuevos conocimientos  con los saberes previos o anteriores.  Es decir que el alumno los incorpora en su estructura cognitiva y le permite alcanzar un aprendizaje significativo, produciéndose un proceso de fijación, retención y evocación de los conocimientos. Este aprendizaje significativo es activo, dinámico y personal al cumplirse  mediante los recursos cognitivos del alumno y es también  cooperativo cuando los alumnos se apoyan mutuamente. Y también se relaciona con los recursos procedimentales que en el proceso aporta el docente.
Para que este proceso se cumpla, se requiere entre otros recursos que el alumno disponga de ciertas estrategias de aprendizaje, que se comprende como secuencias integradas de actividades que facilitan la adquisición, almacenamiento y empleo de la información o conocimientos. Estas estrategias se adquieren dentro del desarrollo de los procesos del aprendizaje.
Las estrategias de aprendizaje pueden ser muy variadas y determinan el estilo de aprendizaje personal. Así cada persona desarrolla sus propios estilos de aprendizaje y se considera que los estilos si bien son estables también pueden ser  cambiantes, conforme  avanza  en su proceso  de aprendizaje, la alumna descubre nuevas y diferentes formas o maneras  de aprender, además depende de la situación personal y del contexto en el que se desenvuelve.
También dependen  de la misma situación de aprendizaje que promueve el desarrollo de un estilo con preferencia sobre otro. Y lo más importante que al poder ser cambiantes los estilos son susceptibles de mejorar, pudiendo perfeccionarse. Empleándose  diferentes opciones ante diversas situaciones.
Las posibles aplicaciones de los estilos de aprendizaje se refieren a saber reconocer cómo es que yo aprendo, es decir  aprender a aprender y también a la orientación vocacional –profesional.-
Podríamos decir que los estilos de aprendizaje  describen la manera que tiene la persona de aprender. Y son la clave para comprender las diferentes preferencias de la persona durante su proceso de aprendizaje. Los estilos podemos entenderlos  desde cómo una persona logra captar, fijar y luego reproducir los conocimientos mediante los canales perceptuales, entendiendo que si la persona logra captar mejor lo que ve, estaremos hablando del estilo visual, si capta con mayor facilidad lo que oye estaremos hablando del canal auditivo y si es más por lo que hace estaremos refiriéndonos al canal kinestésico. Estos tres canales perceptuales hacen referencia al cómo nos es más fácil adquirir el proceso del aprendizaje. Pudiendo en el tiempo diversificarlos y desarrollar en forma paralela los tres estilos o canales perceptuales facilitándose así el proceso del aprendizaje ajustándose a los estímulos del entorno.
Características de los tres canales de aprendizaje: Cómo son cada uno de ellos:
a-     Visual
b-    Auditivo
c-     Kinestésico.

 


a-EL ALUMNO VISUAL:
Fortalezas:
La mayoría de una población prefiere el canal visual como su primera modalidad de aprendizaje, el alumno visual es que aprende mejor viendo el material, sus características son: Necesita ver el material mientras lo escucha 
Tener la información a la vista, especialmente si se trata de un idioma extranjero.
Aprende con mayor facilidad leyendo que escuchando
Mejora o refuerza su aprendizaje haciendo gráficos, resúmenes, esquemas, dibujos y similares
Aprende mejor con estímulos audiovisuales: como videos, películas, programas de cómputo.

Limitación:
Tiene dificultad para seguir explicaciones orales, exposiciones o charlas prolongadas.
Requiere mayor esfuerzo para seguir indicaciones o instrucciones sólo orales.

Sugerencia para mejorar este estilo:
Cuando se lee usar la técnica del subrayado, resaltar lo más importante.
Emplear fichas, carteles, para aprendizaje de lengua extranjera.
Usar mapas, gráficos, resúmenes, dibujos para afianzar lo aprendido.
Usar señaladores de colores para marcar lo importante en la lectura y para tareas que se tienen que cumplir. Colocar avisos en un corcho como recordatorios.

EL ALUMNO AUDITIVO
Logran asimilar mejor el aprendizaje de lo que oyen, sin embargo sólo alrededor del 20 % de una población presenta preferencia por este estilo y sus características son:
Fortalezas
Aprende mejor lo que escucha, anotándolo bien.
Puede aprender escuchando grabaciones.
Le es más fácil atender y fijar los contenidos de una exposición oral que de una lectura.
Fija el material al escucharlo varias veces o cuando otro se lo comenta o lee.

Limitación:
Necesita prestar más atención a las instrucciones escritas que orales.
Desarrollar estrategias de lectura.
Afianzar la lectura.

Sugerencias:
Leer en voz alta o con lectura sublingual (entre labios, escuchándose levemente)
Animar a que expresen sus opiniones
Motivar sus respuestas y participaciones orales
Usar equipo de grabación para fijar el aprendizaje basado en lectura.
Comparta su proceso de aprendizaje con quien es más visual.


El ALUMNO KINESTESICO
Es quien aprende mejor haciendo, involucrándose en su proceso de aprendizaje, tanto mediante movimientos finos como con  movimientos que involucran todo su cuerpo, gustan participar activamente en el proceso del aprendizaje, haciendo algo.
Sus características lo llevan a destacar en el grupo, porque se mueven o mueven lo que tienen cerca.

Fortalezas
Responden bien al aprendizaje deportivo, artístico y de cómputo. Gustan aprender lo que sea operativo. Tienen habilidad motora.
Tienen gran dinamismo, se involucran activamente en lo que hacen.
Prefieren participar que observar.
Cuando leen, pueden subrayar, escribir para hacer resúmenes, dibujos, gráficos, esquemas.

Limitaciones

Pueden por estar en movimiento involucrarse en situaciones ajenas y motivarse un problema innecesario.
Le es difícil tomar notas de una exposición, debido a su inquietud.
Su inquietud o movimiento constante, lo puede distraer de una indicación oral o de la comprensión lectora.

Sugerencias:
Fijar el aprendizaje con movimientos gráficos: escribir, dibujar.
Hacer dramatizaciones, interpretación de roles
Que enseñen a otros.
Que participen en aprendizajes motores, deportivos, artísticos.
Que se mueva mientras estudia, o lee.


lunes, 2 de abril de 2012

LA SEXUALIDAD

La sexualidad y los adolescentes: riesgos

Algunos padres no salen de su asombro cuando se enteran de que las leyes recogen en España y en otros muchos países que la edad de consentimiento (edad a partir de la cual no hay acción penal por tener relaciones sexuales) se establece a partir de los ¡13 años!.

¿Están preparados nuestros hijos?Algunos chicos de 18, 19 y 20 años van a los institutos en sus coches o motos dispuestos a recoger a "su novia" de 13, 14 y 15 cuya madurez sexual brilla totalmente por su ausencia. Claro, que probablemente los padres tenemos la tendencia a ver a nuestros hijos de 17 años, a un paso de la mayoría de legal de edad, como unos auténticos niños y eso tampoco es muy inteligente por nuestra parte.

Lo cierto es que, pese a los esfuerzos de los centros educativos de enseñar la biología y naturaleza de las relaciones humanas, los adolescentes tienen un alto desconocimiento de los riesgos a los que se enfrentan cuando se inician en sus primeras relaciones sexuales. Los padres adoptan una posición pasiva, tardía o torpe y los hijos se suelen cerrar hacia cualquier observación, indicación o consejo de los padres... Lo cierto es que nuestros hijos generalmente no suelen estar preparados cuando afrontan su primera relación sexual.


Los riegos de la sexualidad en adolescentes

Las estadísticas muestran que los riesgos son altos y confirman que nuestros hijos no suelen ir bien preparados. Entre los riesgos más destacados:
  • Embarazo.
  • Enfermedades de transmisión sexual (SIDA, etc.).
  • Experiencias adversas que conllevan actitudes negativas hacia su autoestima, seguridad, confianza, e incluso, hacia su futura vida sexual. Algunas de estas experiencias se realizan sin preparación alguna, bajo los los efectos del alcohol, drogas, etc. acentuando los efectos negativos.
Consejos para prevenir los riesgos

Los padres y educadores deben potenciar la formación y toma de conciencia de los adolescentes en relación con los riesgos que llevan consigo sus relaciones sexuales. Hay que insistirles en que el sexo no es un juego y que comportarse como adultos exige sentido de la responsabilidad. He aquí algunas cosas que hemos elaborado para tratar de ayudarles en estas tareas:
  • ¿Estás preparada /o?. Diez preguntas que debe hacerse todo adolescente antes de dar el paso de su primera experiencia.
  • Saber decir no. Algunos jóvenes adolescentes tratan de presionar a otros para que se inicien en sus primeras relaciones sin estar preparados; para evitar estas presiones hay que aprender a decir "no".
  • Consejos primera relación. Un resumen de temas importantes que hay que tener presentes de cara a las relaciones sexuales.
Otros temas relacionados con los riesgos en la sexualidad de los adolescentes: